martes, 28 de septiembre de 2010

CRONICA


Piedad Córdoba reitera su rechazo a acusación de vínculos con las FARC.
Bogotá, 28 de septiembre. La senadora colombiana Piedad Córdoba, quien enfrenta un proceso de inhabilitación por 18 años para ejercer cargos públicos, reiteró este martes su rechazo a las acusaciones de la Procuraduría General sobre presuntos vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y anunció que acudirá a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Consideró que con su decisión de sancionarla la procuraduría está criminalizando la labor humanitaria, y dijo que no se dejará intimidar porque éste es el precio que tenemos que pagar muchos por luchar por la paz, la libertad de los cautivos, por los secuestrados y las secuestradas.

Señaló que a los familiares de los 20 policías y militares que continúan secuestrados por la guerrilla les prometió seguir trabajando por su liberación, por lo que no los dejará solos.

Córdoba, quien desde 2008 logró la liberación de 14 rehenes que estaban en manos de las FARC, indicó que llevará adelante las acciones necesarias que puedan ser admitidas por la justicia colombiana para demostrar mi inocencia. Además, dijo, acudirá en los próximos días a la CIDH, a la Unión Interparlamentaria Mundial y a la Unión Europea.

Frente a las acusaciones del procurador Alejandro Ordóñez, que se basó en una certeza de las computadoras halladas en el campamento donde en marzo de 2008 fue abatido Raúl Reyes, el entonces número dos de las FARC, la legisladora dijo que ese fallo afectará mucho el trabajo por la paz en Colombia y agregó que seguirá empeñada en buscar la libertad de rehenes aun desde la cárcel.

Piedad Córdoba agradeció al presidente venezolano Hugo Chávez por su apoyo permanente a la paz de Colombia, después de que el pasado lunes el mandatario calificó como una infamia las acusaciones que se le hacen al declararse absolutamente seguro de que es inocente.

Según Ordóñez, la senadora se extralimitó en sus funciones de mediadora en el pasado gobierno de Álvaro Uribe y en la autorización dada por aquel gobierno para gestionar el intercambio humanitario, y afirmó que ella aconsejó a la guerrilla sobre estrategias en el manejo de los rehenes, y que además utilizaba el seudónimo de Teodora de Bolívar.

Nunca he tenido actuaciones de espaldas al país, dijo Córdoba al negar todas las imputaciones que, informó, apelará. Apuntó que la persecución en su contra comenzó con Uribe (2002-2010) cuando fue espiada en forma ilegal por el servicio secreto, que depende directamente de la presidencia, y citó que las disculpas públicas presentadas por el ex funcionario que la espiaba, ahora en prisión, prueban su inocencia.

La senadora pidió la semana pasada privilegiar el diálogo sobre la guerra al comentar la muerte por el ejército de Víctor Julio Suárez Rojas (Mono Jojoy), jefe militar de esa guerrilla.

El pasado 18 de septiembre el presidente Juan Manuel Santos la criticó, al rechazar expresiones que legitiman al terrorismo por haber denunciado en Europa que su país parecía una fosa común. Córdoba respondió entonces que los únicos que legitiman al terrorismo y a las FARC son los que piden bala y muerte para acabar la guerra y que la solución al conflicto debe ser pacífica.

El ex presidente Ernesto Samper (1994-1998) se declaró preocupado por el fallo de la Procuraduría General, al estimar que en adelante las gestiones humanitarias serán consideradas actos criminales por la autoridad.

ENTONCES COMO LE LLAMAMOS LA NEGRITA O TEODORA…
 

CUENTO

Abuelita

Abuelita es muy vieja, tiene muchas arrugas y el pelo completamente blanco, pero sus ojos brillan como estrellas, sólo que mucho más hermosos, pues su expresión es dulce, y da gusto mirarlos. También sabe cuentos maravillosos y tiene un vestido de flores grandes,  de una seda tan tupida que suena cuando anda.

Abuelita sabe muchas, muchísimas cosas, pues vivía ya mucho antes que papá y mamá, esto nadie lo duda. Tiene un libro de cánticos con recias cantoneras de plata; lo lee con gran frecuencia. En medio del libro hay una rosa, comprimida y seca, y, sin embargo, la mira con una sonrisa de arrobamiento, y le asoman lágrimas a los ojos.

¿Por qué abuelita mirará así la marchita rosa de su devocionario? ¿No lo sabes? Cada vez que las lágrimas de la abuelita caen sobre la flor, los colores cobran vida, la rosa se hincha y toda la sala se impregna de su aroma; se esfuman las paredes cual si fuesen pura niebla, y en derredor se levanta el bosque, espléndido y verde, con los rayos del sol filtrándose entre el follaje, y abuelita vuelve a ser joven, una bella muchacha de rubias trenzas y redondas mejillas coloradas, elegante y graciosa; no hay rosa más hermosa, pero sus ojos, sus ojos dulces y cuajados de dicha, siguen siendo los ojos de abuelita.

Sentado junto a ella hay un hombre, joven, vigoroso, apuesto. Huele la rosa y ella sonríe - ¡pero ya no es la sonrisa de abuelita! - sí, y vuelve a sonreír. Ahora se ha marchado él, y por la mente de ella desfilan muchos pensamientos y muchas figuras; el hombre hermoso ya no está, la rosa yace en el libro de cánticos, y... abuelita vuelve a ser la anciana que contempla la rosa marchita guardada en el libro.
Ahora abuelita se ha muerto. Sentada en su silla de brazos, estaba contando una larga y maravillosa historia.

- Se ha terminado -dijo- y yo estoy muy cansada; dejame echar un sueñecito.
Se recostó respirando suavemente, y quedó dormida; pero el silencio se volvía más y más profundo, y en su rostro se reflejaban la felicidad y la paz; y entonces dijeron que estaba muerta.

La pusieron en el blanco ataúd, envuelta en lienzos blancos. ¡Estaba tan hermosa, a pesar de tener cerrados los ojos! Pero todas las arrugas habían desaparecido, y en su boca se dibujaba una sonrisa. El cabello era blanco como plata y venerable, y no daba miedo mirar a la muerta. Era siempre la abuelita, tan buena y tan querida. Colocaron el libro de cánticos bajo su cabeza, pues ella lo había pedido así, con la rosa entre las páginas. Y así enterraron a abuelita.
En la sepultura, junto a la pared del cementerio, plantaron un rosal que floreció espléndidamente, y los ruiseñores acudían a cantar allí, y desde la iglesia la guitarra desgranaba las bellas canciones que estaban escritas en el libro colocado bajo la cabeza de la difunta.

La luna enviaba sus rayos a la tumba, pero la muerta no estaba allí; los niños podían ir por la noche sin temor a coger una rosa de la tapia del cementerio. Los muertos saben mucho más de cuanto sabemos todos los vivos; saben el miedo, el miedo horrible que nos causarían si volviesen. Pero son mejores que todos nosotros, y por eso no vuelven.

Hay tierra sobre el féretro, y tierra dentro de él. El libro de cánticos, con todas sus hojas, es polvo, y la rosa, con todos sus recuerdos, se ha convertido en polvo también. Pero encima siguen floreciendo nuevas rosas y cantando los ruiseñores, y enviando el órgano sus melodías. Y uno piensa muy a menudo en la abuelita, y la ve con sus ojos dulces, eternamente jóvenes. Los ojos no mueren nunca.

Los nuestros verán a abuelita, joven y hermosa como antaño, cuando besó por vez primera la rosa, roja y blanca, que yace ahora en la tumba convertida en polvo.

FIN.